Un estudio recientemente publicado desmiente el supuesto origen del coronavirus en el mercado de Huanan, en la ciudad china de Wuhan. El estudio, dirigido por el Dr Yu Wenbin de la Academia de Ciencias China, incluyó la secuenciación de 93 muestras recogidas en 12 países del coronavirus SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Severo)-CoV-2, responsable de la enfermedad denominada Covid-19.
Una vez analizada la información genética, el estudio concluye que el nuevo coronavirus fue importado al mercado de Huanan pero no se generó en éste. Parece demostrado que este mercado húmedo sí actuó como potenciador de la transmisión, favoreciendo el contagio entre personas que posteriormente lo introdujeron en la populosa ciudad de Wuhan, y desde ahí, al mundo entero.
El SARS-CoV-1, el antecesor del SARS-CoV-2 y coronavirus más similar a éste, surgió en el sur de China, provincia de Guangdong, e infectó a más de 8.000 personas en 2002 y 2003. Fue erradicado por el rastreo intensivo de contactos y medidas de aislamiento, y no se han detectado nuevos casos desde 2004. Un estudio específico realizado por grupos de UCLA, el CDC norteamericano y la Universidad de Princeton, revela que el SARS-CoV-2 permanece estable durante varias horas o días en aerosoles y en superficies.
Concretamente, es detectable en aerosoles durante hasta tres horas, hasta cuatro horas en cobre, hasta 24 horas en cartón y hasta dos o tres días en plástico y acero inoxidable. Esto explicaría el que la mayoría de los casos secundarios de transmisión del virus del SARS-CoV-2 estén ocurriendo en entornos comunitarios, centros de atención médica e instalaciones hospitalarias.
Para el control de estas pandemias es esencial una estrategia de desinfección que, limitando de la manera más eficiente posible la transmisión entre personas, minimice reacciones indeseadas como alergias, sensibilizaciones, toxicidad o corrosión de materiales, al tiempo que respete la integridad medioambiental mediante una adecuada biodegradabilidad de los productos que se utilicen. Tanto el Centro Europeo para la Prevención y Tratamiento de Enfermedades.el CDC y la EPA norteamericanas, como instituciones análogas en el Reino Unido, Australia y varios países asiáticos, han publicado recomendaciones sobre los productos más efectivos para la desinfección contra el SARS-CoV-2 y sus condiciones de aplicación.
Por lo que respecta a las soluciones de hipoclorito sódico como la lejía o lavandina, un estudio publicado en el Journal of Allergy and Clinical Immunology realizado sobre 3.600 usuarios en 10 países europeos diferentes detectó el aumento de síntomas respiratorios no alergénicos como picor nasal, estornudos, dermatitis, aumento de mucosidad e incluso bronquitis. A pesar de tratarse de un producto relativamente inocuo, eficiente y barato, en presencia de materia orgánica la lejía forma compuestos organoclorados, que tardan siglos en descomponerse en la naturaleza. La exposición repetitiva a protocolos de desinfección contra el nuevo coronavirus que incluyan la utilización de compuestos clorados como la lejía, resultará, sin duda, en un mayor número de sensibilizaciones y en el aumento de síntomas respiratorios, además del impacto ambiental sobre cuerpos de agua derivado de su utilización masiva, con evidencia contrastada de generación de dioxinas, furanos y PCDDs.
Debido a su mejor biodegradabilidad, al descomponerse en oxígeno y agua, al menor número de sensibilizaciones en comparación con compuestos clorados, y a la mayor eficiencia de soluciones acuosas menos concentradas de peróxido de hidrógeno en comparación con compuestos clorados, éstas son recomendadas por organismos como la EPA o la IATA para la desinfección contra SARS-CoV-2
A ésta ventaja se añade la de un menor efecto desecante sobre piel y mucosas, en comparación a las soluciones alcohólicas. La eficiencia del peróxido de hidrógeno ha sido extensamente comprobada para la inactivación de coronavirus sobre materia fecal, superficies metálicas , vidrio y plástico así como en varias superficies en el entorno hospitalario.