Las previsiones demográficas calculan que el incremento poblacional requerirá en el año 2050 de un aumento del 70% en la producción alimentaria mundial. La consecución de este objetivo de manera sostenible necesitará de nuevas fuentes de proteína. Entre éstas, las algas marinas son buenas candidatas, al no exigir agua dulce ni tierra de cultivo, y alcanzar mayores productividades de proteína por unidad de superficie en comparación con cultivos terrestres como la soja, leguminosas o el trigo.
Además de proteína, las algas son una fuente excelente de grasas insaturadas, vitaminas, pigmentos y micronutrientes como el yodo, hierro o el zinc. Producen menos emisiones de CO2 que el resto de alimentos, eliminando nitrógeno y fósforo del medio, liberando oxígeno y contribuyendo a la mejora de la calidad del agua. No es de extrañar, por tanto, que se hayan convertido en protagonistas de múltiples estrategias centradas en la búsqueda de la sostenibilidad.
Las algas suelen clasificarse en macro y microalgas, de agua dulce, salobre o marinas. Entre las macroalgas marinas, se distinguen tres grandes grupos: algas verdes, pardas y rojas. Algunas especies de macroalgas marinas contienen niveles tan altos de proteína (hasta el 47% de la materia seca en alga nori), que se utilizan como complementos nutricionales de alto rendimiento. Nuevos aprovechamientos están impulsando su incorporación en pastas, panes, dulces e incluso bebidas saludables. Aunque abundantes en todos los aminoácidos esenciales, las proteínas de las algas suelen ser ricas en ácido aspártico y glutámico, responsables del quinto sabor umami, refinado como glutamato a partir del alga kombu. Y muchas proteínas algales, como las lectinas o las ficobiliproteínas, poseen actividad inmunoestimulante, anticancerígena, antibacteriana, antiinflamatoria o antiviral.
Con aproximadamente 30.000 especies de macroalgas marinas descritas, faltan todavía muchos datos fiables sobre la digestibilidad de la proteína algal. No obstante, datos recientes demuestran digestibilidades in vitro en torno al 80%, particularmente elevadas para muchas algas rojas, lo que las sitúa en niveles similares e incluso superiores a otras fuentes vegetales, cereales o frutas. La utilización de tratamientos térmicos, enzimáticos u otros (ultrasonidos, microondas, pulsos eléctricos) está mejorando el perfil nutricional de muchos extractos algales, y facilitando su incorporación en piensos para la alimentación animal. Tal y como se hacía en el pasado, las harinas de algas están recuperando su popularidad como ingrediente sostenible para la nutrición de rumiantes, cerdos, aves, peces e incluso animales de compañía.
Aumento en los índices de crecimiento, mayor jugosidad de la carne, sabores más intensos, eliminación de antibióticos, mejora en la función digestiva, incremento de la pigmentación, corrección del perfil graso de la leche, tegumentos y cáscaras de huevo más resistentes, ayuda a la función renal, control de peso…son muchas las ventajas que se reportan continuamente como consecuencia de la incorporación de algas en las fórmulas de los piensos. Pero es que además se están identificado efectos fisiológicos de gran impacto, que van a representar un punto de inflexión para las aplicaciones de algas en la alimentación animal.
Recientemente pudo comprobarse que la adición de pequeñas (<1%) cantidades de ciertas algas en el pienso de novillas de carne redujo la producción de metano hasta en un 80%, sin alteración de la ganancia diaria de peso, calidad de la canal o propiedades organolépticas de la carne. Esto se debe a la presencia de ciertos componentes en las algas, como el bromoclorometano, que son capaces de modificar la flora ruminal favoreciendo el desarrollo de poblaciones no metanogénicas.
El metano es uno de los principales gases responsables del calentamiento global, estimándose que la ganadería produce aproximadamente un 15% del total de emisiones de este gas. Por ello ha sido objeto de recientes compromisos internacionales en la cumbre climática de las Naciones Unidas que tuvo lugar este año en Glasgow, Escocia, al considerarse responsable de aproximadamente un tercio del efecto invernadero. Que una solución relativamente sencilla como la inclusión de algas en la ración reduzca en tal medida la producción de metano resulta, sin duda, una excelente noticia para la sostenibilidad de la producción ganadera.
La administración de los derechos de acceso, la escalabilidad de los procesos industriales de transformación algal, algunos aspectos de seguridad alimentaria como la bioacumulación de ciertos metales pesados, la variabilidad y estacionalidad de la biomasa y el precio son algunas de las limitantes para el desarrollo y valorización económica de todos estos aprovechamientos nutricionales, medioambientales o farmacéuticos. Aunque también hay oportunidades. En Galicia en particular, con una gran cabaña ganadera y problemas medioambientales asociados (emisiones, purines, contaminación fecal), la excreta resultante del monocultivo intensivo de mejillón, que se traduce en la sedimentación de ingentes cantidades de fangos sobre el fondo de las rías, abre una oportunidad para la potenciación de un recurso algal todavía poco valorado.
Por eso hemos incorporado la reproducción de ciertas especies comercialmente relevantes de algas en el proyecto ECOPEMER, prototipo de un nuevo sistema de cultivo centrado en la producción de semilla de moluscos y peces en recirculación. Utilizando innovadores sistemas de contención y desinfección, y potenciando la certificación ecológica del producto final, la incorporación de algas al cultivo multitrófico mejora la calidad de la semilla de bivalvos y regula parámetros clave de calidad de agua en el sistema, al tiempo que proporciona un activo de valor (plántulas de macroalgas) para la recuperación de praderas y cuerpos de agua eutrofizados.
Sobreexplotación, contaminación, eutrofización, malversación, politización, emigración y desempleo…de éstos ingredientes en el sur de Europa vamos sobrados. Es tiempo de demostrar que de buena gestión, aprovechamiento de oportunidades e imaginación también sabemos. Sólo hace falta que nos dejen demostrarlo.