La producción de semilla en criadero permite la selección de animales con mejores perfiles de crecimiento, mejor morfología y pigmentación, mayor porcentaje de vianda, menores pérdidas por desprendimiento, acumulación de biotoxinas o resistencia a enfermedades. Para ello existen actualmente múltiples herramientas de mejora genética que ya han demostrado su fiabilidad y eficacia, sobre un amplio rango de especies.
Abanqueiro, Camariñas, Carril, Noia, Punta Quilma, Vicedo…en los últimos años han sido generosamente financiados con fondos públicos muchos criaderos para la producción de semilla de bivalvos en Galicia, generalmente asociados a Cofradías de Pescadores o Agrupaciones de Marisqueo. Estas instalaciones se encuentran hoy cerradas, en el mejor de los casos, o en condiciones ruinosas muchas de ellas. La consecuencia última ha sido el desabastecimiento prácticamente absoluto de semilla de origen local, coincidente con niveles bajos de productividad natural en playas y parques, y episodios recurrentes de mortalidades masivas e inexplicadas de almeja, berberecho, ostra y otros moluscos infaunales de interés comercial.
A la vista de las nuevas tecnologías para el tratamiento del agua que se han desarrollado específicamente para esta aplicación, y los nuevos protocolos de cultivo larvario y preengorde que han dado tan buenos resultados en otros países, una estrategia razonable favorecería la recuperación de estas instalaciones para la producción de semilla, producto con una fuerte demanda en la actualidad, debido al raquitismo de la producción nacional y a la prioridad que otorga el líder europeo, Francia, al abastecimiento de su mercado interno.
La dependencia prácticamente total de semilla procedente de terceros países no sólo nos deja en una posición vulnerable económica, tecnológica y biológicamente, al favorecerse la introducción de bacterias, virus y parásitos foráneos en nuestras costas. Representa también el fracaso de la estrategia regional para el autoabastecimiento de semilla, base primordial del marisqueo y motor de una actividad económica que ocupa a decenas de embarcaciones y miles de hombres y mujeres en un contexto laboral ya de por sí muy duro.
A pesar de que en este ámbito las responsabilidades suelen ser compartidas, la mala gestión, la ausencia de enfoque empresarial, la incapacidad para resolver problemas técnicos complejos, entornos académico e institucional poco vinculados a la economía real y la falta de programas de acompañamiento y supervisión para garantizar el éxito de estas iniciativas parecen las causas fundamentales. En cualquier caso, es difícil justificar en la actualidad el dispendio de preciosos recursos públicos que suponen las subvenciones para la adquisición de semilla importada, cuando las infraestructuras para producirla permanecen sin actividad, infrautilizadas o abandonadas en nuestras costas.
Ya no se trata sólo de poner en valor activos importantes para la producción y la dinamización del sector primario, que han sido financiados por los contribuyentes al amparo de autorizaciones especiales en espacios naturales protegidos. Se trata también de reforzar nuestra soberanía alimentaria, favoreciendo la transición desde una mentalidad extractiva hacia otra productiva, reduciendo la dependencia por ayudas directas, limitando el impacto de un entorno legal y de mercado hostiles y utilizando estas herramientas en la generación de la riqueza y el empleo que tanto necesitamos para avanzar en nuestra recuperación.
Este fracaso en la gestión de la semilla acuícola adquiere mayor relevancia, si cabe, por lo que respecta al cultivo de mejillón en Galicia. Parece inconcebible que, en pleno siglo XXI, se confíe la producción de más de 200.000 toneladas anuales de esta especie a la captación de semilla denominada como “natural”. Con más de 2.000 plataformas flotantes fondeadas en nuestras rías para este cultivo, el abuso del término “natural” es manifiesto. Y la obtención de semilla de rocas y otros sustratos del litoral mediante rasquetas ha terminado convirtiéndose en una actividad de riesgo, incrementándose anualmente la conflictividad al afectar a la extracción de otras especies como el percebe.
Estos enfrentamientos frecuentemente violentos han intentado gestionarse de una manera conciliatoria, promulgando tanto vedas parciales como prórrogas del período de extracción de la semilla. Recientemente la administración autonómica gallega promueve un proyecto para la producción de semilla de bivalvos al amparo de los (por el momento virtuales) fondos Next Generation. Resulta cuando menos llamativo que los responsables durante décadas del fiasco en la gestión de la semilla propongan ahora ésta multimillonaria iniciativa en base a supuestas innovaciones técnicas, que sólo pueden calificarse de peregrinas.
Como en Galicia siempre llueve sobre mojado, cabe recordar otras ocurrencias impulsadas por éste mismo liderazgo como la del caso Calizamar para el aprovechamiento de concha de mejillón, que terminó en el cierre cautelar de las instalaciones por el Seprona, en sentencia condenatoria firme de la gerencia y en la pérdida multimillonaria de fondos públicos con grave perjuicio para el contribuyente. Por supuesto que éstos dislates permanecen convenientemente bajo la alfombra, a la espera de nuevas generaciones de jóvenes periodistas que disfruten de unos medios de comunicación mucho más independientes de los que la política actual ha conseguido condicionar.
Lamentablemente, estas historias de terror se repiten por todo el territorio peninsular, con independencia del color político de sus promotores, desde hace demasiado tiempo. En el batiburrillo de chalaneo y ausencia de rigor en la gestión que sufrimos vale todo: desde que una administración pública promueva proyectos productivos con fines comerciales al amparo de fondos públicos, como si se tratara de los planes quinquenales de la Rusia estalinista, hasta el conflicto de interés directo entre gestores y beneficiarios de la subvención, la dilución de responsabilidades individuales en el abstracto institucional o el partidismo más tribal en el reparto de las ayudas.
Cuando el populismo clientelar se apodera de la estrategia política, la falta de supervisión independiente y la ausencia de criterios básicos de integridad malogran el aprovechamiento de oportunidades históricas. No sólo se desperdicia el potencial de crecimiento, de generación de empleo y riqueza que retiene la acuicultura, si no que se reniega del valioso capital sociocultural y de conocimiento que ha generado la pesca durante siglos, y que únicamente la acuicultura puede aprovechar. Pero la verdadera semilla del diablo es que hayamos aceptado como inevitables el amiguismo, el cohecho y la corrupción en la gestión de nuestros impuestos, que no son pocos, y que tantos sacrificios nos cuesta tributar.