Nuevas publicaciones científicas detallan el creciente impacto de la acidificación oceánica sobre los cultivos marinos. Desde el Atlántico al Pacífico, de Alemania a Nueva Zelanda, aumentan las evidencias de que la progresiva acidificación de los océanos está provocando alteraciones en el desarrollo de microalgas, moluscos, crustáceos y peces. Estos cambios están incidiendo negativamente en el cultivo de varias especies de interés comercial, con la subsiguiente pérdida de ingresos y destrucción de miles de puestos de trabajo.
Posiblemente la industria más afectada globalmente sea la producción de moluscos. Las larvas de ostras, mejillones, almejas y vieiras necesitan de unos valores muy específicos de pH en el agua de mar para poder desarrollar correctamente las conchas de carbonato cálcico que les sirven de exoesqueleto. Si estos valores no son adecuados, los animales no pueden desarrollarse correctamente y acaban registrándose mortalidades muy elevadas.
El proceso de acidificación oceánica consiste en la progresiva disminución del pH del agua de mar, como consecuencia del aumento del dióxido de carbono en la atmósfera terrestre. Desde el inicio de la revolución industrial, los valores de CO2 se han ido incrementando paulatinamente desde los 280 ppm registrados a mediados del siglo XVIII hasta las 390 ppm a finales del siglo XX. En el agua de mar, el pH promedio está disminuyendo desde valores de 8,2 hacia registros promedio de 7,8 previstos para finales del siglo XXI.
En las rías gallegas, la acidificación oceánica se suma a otros impactos negativos como el calentamiento global, que ha sido vinculado al incremento de la prevalencia de ciertas parasitosis en moluscos y blooms algales tóxicos; la contaminación por vertidos industriales, por hidrocarburos o por aguas residuales urbanas incorrectamente tratadas. Una correcta gestión del litoral durante estos años pasados hubiera permitido amortiguar estos efectos, primando la producción de semilla en criadero, introduciendo programas de selección para la producción de semilla más resistente a las nuevas condiciones medioambientales, desarrollando nuevas estrategias de regeneración, implementando una monitorización estricta de la calidad de agua, favoreciendo la diversificación de las especies de moluscos que se cultivan en la actualidad, etc.