El contagio de enfermedades en los animales acuáticos es una amenaza económica constante y un desafío de gestión para la industria de la acuicultura. El impacto de las enfermedades puede afectar a la salud de los animales acuáticos, al bienestar de los animales, al comercio e incluso a la salud humana. En la pandemia actual, parece claro que la detección, prevención, control y erradicación de enfermedades en las especies acuáticas se han convertido en acciones críticas para la sostenibilidad de la producción mundial de productos acuícolas.
El término bioseguridad hace referencia a las medidas destinadas a prevenir la introducción y/o propagación de organismos nocivos como virus, bacterias o parásitos en animales y plantas, con el fin de minimizar el riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas. Estas incluyen acciones de vigilancia y análisis, formación y asesoramiento sobre los riesgos de enfermedades a los productores, la implementación de estrategias de control, el desarrollo de planes de bioseguridad, así como protocolos de limpieza y desinfección para la prevención de zoonosis.
En las circunstancias actuales, el análisis crítico se vuelve fundamental para la identificación de las limitaciones técnicas e institucionales que condicionan la aplicación de medidas efectivas de bioseguridad. Entre ellas se encuentran los marcos regulatorios débiles, la aplicación e implementación deficiente de las normas internacionales, la poca coordinación entre las múltiples instituciones involucradas en la producción acuícola y la gestión de la salud de los recursos acuáticos (es decir, autoridades pesqueras, de acuicultura y veterinarias); estrategias de bioseguridad inadecuadas o aplicadas solo parcialmente a nivel de explotación, sectorial y nacional; y capacidad insuficiente para responder a emergencias.
El creciente comercio internacional de semilla de especies acuáticas para especies clave como la trucha arcoiris, el salmón, la lubina, la dorada, la tilapia, las anguilas, las ostras, las almejas o el camarón sigue siendo un pilar fundamental para la expansión de la acuicultura, una actividad que ha superado de manera sostenida a cualquier otro tipo de producción primaria durante las últimas décadas. Por lo tanto, garantizar la bioseguridad de la semilla adquiere una importancia crucial, lo que implica además que los productores y minoristas deben mantenerse al día sobre los productos y las regulaciones por su propio interés.
Durante muchos años, los desinfectantes se han utilizado con éxito para la reproducción de especies acuáticas de interés comercial. El objetivo es mejorar los porcentajes de eclosión y supervivencia mediante la destrucción de microorganismos causantes de enfermedades que contaminan los gametos o células reproductivas, pero sin dañarlos. Esto es particularmente importante para los criaderos que exportan sus productos. Sin embargo, muchos desinfectantes están diseñados para eliminar patógenos extremadamente duros y resistentes, lo que los convierte en peligrosos para el medio ambiente. Por tanto, la selección de los principios activos adecuados, y de las formulaciones correctas es de gran importancia. Un pequeño error puede provocar mortalidades no deseadas, una biodegradabilidad deficiente y el consiguiente daño ambiental.
En la década de los años 70, el fabricante británico Evans Vanodine inventó el desinfectante de yodo tamponado, “Buffodine”. Este producto fue diseñado específicamente para inactivar virus como el IPN (necrosis pancreática infecciosa) en la membrana externa de los huevos de salmónidos, sin penetrar ni dañar el corion. Buffodine fue el primero de este tipo de desinfectantes en ser desarrollado y patentado, y desde entonces esta clase de productos ha sido ampliamente utilizada para la desinfección de huevos por productores de salmónidos y otras especies marinas alrededor del mundo. Buffodine muestra eficacia en una amplia gama de especies marinas y de agua dulce, incluidos peces, moluscos y crustáceos, para la prevención de infecciones bacterianas, víricas, fúngicas e incluso parasitarias.
Sin embargo, el uso de estos desinfectantes no ha sido controlado específicamente por la legislación, a pesar de que son muy efectivos para proporcionar bajos niveles de mortalidad en los reproductores, mejorar las tasas de eclosión y prevenir la transmisión de enfermedades en todo el mundo. Esto ha cambiado recientemente, ya que en Europa, el uso de todos los desinfectantes está ahora controlado por el Reglamento de Productos Biocidas de la Unión Europea (RPB) (UE 528/2012). Este reglamento, que se aplica a todos los estados miembros de la UE (y a otros países que lo han adoptado, como Noruega) evalúa los diferentes desinfectantes y los autoriza para usos específicos. Si se otorga la autorización, los fabricantes del producto terminado deben solicitar el reconocimiento mutuo de la autorización en cualquier estado miembro en el que deseen comercializarlo.
La autorización RBP requiere de un proceso largo, complejo y costoso, cuyo objetivo es estandarizar el uso y la eficacia de los desinfectantes en toda Europa, hacerlos más seguros para los usuarios y restringir el uso de compuestos potencialmente peligrosos o inseguros para el medio ambiente. No es casualidad que el yodo fuera el primer ingrediente activo relevante para la acuicultura en ser autorizado por la Agencia Europea de Sustancias Químicas (ECHA) y las formulaciones desinfectantes basadas en este compuesto están siendo aprobadas por los Estados miembros. El elevado coste y las exigencias técnicas de enviar expedientes a la UE en la tramitación de la autorización para un producto específico para la desinfección de huevos ha provocado que la mayoría de los demás fabricantes, si no todos, retiren sus productos del mercado. Actualmente, Buffodine es el único desinfectante de huevos de especies acuáticas autorizado en Europa (biocida autorizado: UK-2019-1172).