Desde las épocas del dominio de Roma, pasando por la España musulmana, hasta el desarrollo del regadío moderno y la dictadura, la gestión del agua en la Península Ibérica se ha caracterizado por el aprovechamiento de un recurso limitado, en condiciones de gran conflictividad. Si bien España cuenta con el mayor número de grandes presas por habitante del mundo, y 49 humedales en la lista del convenio de Ramsar de gran importancia para la biodiversidad europea, también se caracteriza por una demanda muy alta del recurso hídrico, focalizada en torno a un sector agrícola con casi cuatro millones de hectáreas en regadío, y un sector turístico con un consumo promedio superior a los 500 L por persona y día para los más de 75 millones de visitantes que nos visitan anualmente.
A ésta fuerte demanda le corresponde, desafortunadamente, una gestión administrativa descoordinada de hasta seis niveles de (des)control, con más de 8.000 ayuntamientos, diputaciones, cabildos, consejos insulares, cuencas hidrográficas, gobiernos autónomos, nacional y europeo actuando de manera independiente, sin un regulador central que garantice su gestión eficiente. La completa politización del Plan Hidrológico Nacional se ha trasladado en la parálisis de las mejoras propuestas por las distintas administraciones, lo que sumado a la gran especialidad nacional, la corrupción, ha impactado fuertemente en la percepción negativa que tiene el ciudadano de la gestión del recurso hídrico.
Depuradoras multimillonarias que utilizan tecnología totalmente obsoleta y lógicamente no funcionan, desaladoras ruinosas que nunca llegan a entrar en funcionamiento, concursos de provisión de servicio amañados, mafias criminales que controlan la gestión del agua, empresas públicas liderando oscuras tramas internacionales de evasión de capitales, episodios de contaminación por mala calidad de servicio, infraestructuras mal dimensionadas e inoperantes, vertidos incontrolados, mercado negro…el catálogo español de los Mangas, Pokemons y Pikachus de la corrupción da para mucho.
A la vista de las inversiones destinadas y el retorno recibido de las grandes constructoras beneficiarias, parecería más complejo técnicamente el tratamiento de las aguas residuales de Vigo, La Coruña o Ferrol que el de las megalópolis de Tokio o Nueva York. En la capital de Galicia, la práctica totalidad de la corporación municipal (ex-alcalde incluido) dio con sus huesos en la cárcel, condenada por prácticas corruptas en la gestión del recurso, en connivencia con la empresa adjudicataria. Graves sospechas de tráfico de influencias y fraude de subvenciones planean sobre la construcción de más de cien depuradoras orensanas, cuya tramitación judicial fue archivada casualmente al prescribir los supuestos delitos.
Los muchos sedientos de honestidad y rigor; de que la competencia, la transparencia y la profesionalidad primen sobre el amiguismo, el clientelismo y la mediocridad, soñamos con una gestión transparente de un bien tan precioso como necesario. Aspiramos a saciar nuestra sed de una administración diligente, basada en la excelencia profesional y sensible con el emprendimiento, de una justicia independiente que castigue el soborno y la perversión, de un liderazgo capaz de realizar el potencial de generación de crecimiento y riqueza que la abundancia del recurso ofrece para todos los que trabajamos en el noroeste peninsular. Visto lo visto, pedimos un milagro. Será como beber agua bendita.